Alrededor de 150 mil personas participaron en la edición número XXXIII de la procesión de Viernes Santo en el Centro Histórico de Puebla, una de las tradiciones religiosas más arraigadas en la entidad. La ceremonia estuvo encabezada por el arzobispo Víctor Sánchez Espinosa, quien se mostró visiblemente conmovido durante el recorrido de las imágenes sagradas que acompañaron el viacrucis.
La procesión volvió a reunir a algunas de las representaciones religiosas más veneradas por los fieles: el Señor de las Maravillas del Templo de Santa Mónica, Jesús Nazareno de la Parroquia de San José, la Virgen de los Dolores del Templo del Carmen, la Virgen de la Soledad, Jesús de las Tres Caídas de Analco, Jesús de la Misericordia del Templo de la Compañía y el Santo Niño Doctor de los Enfermos del Santuario de Tepeaca.
Este acto de fe tiene profundas raíces históricas. Se originó en la época virreinal como parte de los esfuerzos franciscanos por evangelizar a los pueblos indígenas, con la finalidad de enseñarles el sufrimiento de Jesucristo camino a la crucifixión. La tradición fue suspendida a mediados del siglo XIX y retomada en 1992, convirtiéndose desde entonces en una manifestación masiva de religiosidad popular.
En su mensaje, el arzobispo de Puebla agradeció la participación de los fieles y la colaboración de las autoridades en la organización y resguardo del evento. Reconoció especialmente el apoyo del gobierno estatal, el ayuntamiento capitalino, la Guardia Nacional y los cuerpos de Protección Civil del estado y del municipio.
Víctor Sánchez Espinosa también recordó que el Viernes Santo conmemora la pasión y muerte de Jesús, pero invitó a los creyentes a vivir el Sábado Santo como un día de recogimiento, en preparación para la celebración de la Pascua.
Con un ambiente de solemnidad y devoción, la procesión recorrió las principales calles del Centro Histórico, reafirmando el papel de Puebla como epicentro del fervor religioso en México.






